HISTORIA ABREVIADA DE UNA MUJER 10.
Ella nació en Bercial (Segovia) un 12 de marzo de 1929. Su nacimiento fue muy esperado, pues ya habían fallecido antes, dos niños y dos niñas. Era hija de Inocencio y Feliciana, una familia acomodada de labradores. La niña, sobrevivió y actualmente vive, con noventa y dos años que cumplirá dentro de unos días (si Dios quiere), Le pusieron, en su bautizo el nombre de Petra. Pero a los cinco años de su vida, un acontecimiento, vino a cambiar el bienestar, de la criatura. El día 25 de julio de 1935, un incendio en la casa de la familia, iba a trastocar la felicidad en amargura; a los gritos de la madre, la niña se despertó y salió a la calle entre las llamas, vestida con una camisetilla de dormir y así estuvo dos días en que se presentaron las hermanas de Feliciana, que vivían en Madrid, Eleuteria y Ascensión, que ampararon en lo que pudieron a su familia. El fuego comenzó por varios sitios, con lo cual se supone que fue intencionado.
En aquella época, la solidaridad brillaba por su ausencia, pues nadie acudió a vestir a una criatura, que en su casa habían perdido todo, pues como estaba ya avanzado el verano ardió todo, incluso el grano de la cosecha que estaba guardado, creo que no pudieron recoger ni las gallinas, que salieron del portal despavoridas, pero alguien se lucró de ellas, pues no aparecieron nunca más
La familia, se fue a vivir a casa de la madre de Feliciana, Prudencia, una mujer con mucho carácter, qué con su yerno, Inocencio, no se puede decir que tenían muy buenas relaciones, lo que originaba el temor de la niña que de muy pequeña se ocupó de su abuela ciega. Ya en esta casa nació otra hermana de Petra, Milagros, el nueve de septiembre de 1935; pero de esta niña, se ocupó un familiar. Todo este trabajo estaba originado porque sus padres trabajaban todo el día para sacar adelante a su familia. Cuando llegó la edad de la escuela acudió a ella y progresó adecuadamente. Cuenta, qué en una fiesta, la eligió la maestra para recitar una poesía pero unos días antes la dijeron que la iba a decir otra niña, hija de un rico del pueblo, fue la primera, injusticia que recibió en su corta vida, después recibiría muchas más. Lo último que hizo en el pueblo, fue a servir en una casa de la cual guarda muy buen recuerdo; pero hasta entonces hizo de todo: fue vaquera con su hermano, porquera, gavilló, segó, ayudó a su madre a lavar en el rio y no paró de trabajar, hasta que su tía Ascensión fue por ella y se la llevó a Madrid.
Ya en Madrid, en la calle Cedros 106, entró a formar parte de otra nueva familia: la tía Ascensión, la prima Josefa, hija de Ascensión y su hija Sensi, la hermana Milagros que la habían traído a Madrid antes, el tío Esteban y su hija Carmen que vivían pared por medio y tenía dos años más que Petra. Le cambió la vida totalmente, lo primero que hizo, fue a una modista para que la enseñara a coser, aunque a ella le gustaba coser antes de ir a Madrid. Su primer trabajo en Madrid, fue en una tienda de géneros de punto, de aprendiza en la calle de Eloy Gonzalo; este trabajo se lo proporcionó un conocido de su tía Lute, quien trabajaba en los lavabos del Bar Chicote. En esta tienda permaneció durante ocho meses, y durante todo ese tiempo, tuvo que soportar el acoso, de un amigo de la familia, el Sr. Hernández, un radiólogo del Hospital del Rey, que había efectuado algunas placas a la familia y de ahí venía la confianza, este energúmeno la esperaba en las bocas del Metro, y cuando cambiaba, al otro día estaba el allí. Se salvó de él cuándo cambió de trabajo, pues ella no se lo contaba a la familia, porque no la iban a creer, tal era la confianza que tenían en él, ya que Petra desde que llegó a Madrid, no la consideraban, pues su prima quién llevaba la casa, no la quiso desde el primer momento de entrar en esa casa; solo la quería su tía Ascensión, pero ella trabajaba todo el día fuera. Sufría mucho, pues veía que solo ella era la qué iba por agua todos los días, para llenar los recipientes, para
lo cual tenía que recorrer quinientos metros, hasta llegar a la fuente con un aro y dos cubos cada viaje, pues tenía que hacer varios; y así iba pasando la vida. En el año 1947 muere la tía Ascensión, la única que trataba bien a Petra, esto le causó un gran disgusto. Al poco tiempo, enfermó de tuberculosis Josefa, y Petra además de ir a trabajar se hace cargo de ella, era una mala enferma, tenía muy mal genio, que Petra lo justificaba porqué decía que había tenido muy mala suerte en la vida, pues se la había muerto un hijo muy pequeño y el marido que era albañil se cayó de un andamio, y se mató. De todas las maneras fuera por lo que fuera, a Petra se las hacía pasar canutas. Después del trabajo de la tienda, se colocó en una mercería en el Paseo de la Dirección, una hija de los dueños era monja salesiana, que a los seis meses se la llevó al Noviciado en la Dehesa de la Villa; pero allí no estuvo mucho tiempo, pues el comedor del colegio de la Paloma estaba regido por salesianos y allí le llevaron a Petra a trabajar en ese comedor. En todos estos trabajos, nadie cotizó por ella.
La tía Lute, cuando enferma Josefa, le dio a Petra el trabajo que tenía Josefa: recoger las toallitas que usaban en los lavabos, todas las tardes, lavarlas, plancharlas y llevarlas diariamente a su tía Lute, esta Sra. Reconoció el trabajo que estaba haciendo Petra y le agradeció sus trabajos. En junio de 1949, muere Josefa, y se queda sola en casa, pues al enfermar Josefa, se llevaron a Bercial a Milagros y Sensi en casa de Feliciana. Milagros vuelve enseguida, no así Sensi, que se quedó en Bercial hasta, cumplidos 12 años, que se la trajo su tía Lute cuando se jubiló. Y en este momento voy a identificarme: soy Claudio García Segovia el redactor de esta historia nacido en Nava, nieto de José (Cuarenta) y de Julián (Napoleón). Lo escrito hasta ahora ha sido un ejercicio de memoria de Petra, de ahora en adelante, seremos dos a recordar y será más fácil, pues soy su marido. Nos conocimos en el 9 de octubre de 1949 y en el transcurso de cuatro años conociendo a la tía Lute, me fui dando cuenta de la calidad de persona que era, como quería a sus sobrinas; todos los domingos bajaba a la calle Los Cedros, a comer con ellas, una paella que cocinaba Petra. El día 16 de septiembre de 1953 nos casamos, cuatro años de novios, maravillosos, Petra recuperó la alegría, después de tanto sufrimiento. Ella dice que al conocerme le tocó la Lotería, y yo digo, que a mí me tocó la Primitiva. La casa donde vivíamos era de la tía Lute, en realidad era media casa, la otra mitad la tenía alquilada; por esas fechas la tía Lute le hizo una proposición de regalarle las casas haciendo una venta ficticia, a lo que Petra no accedió, porque se iban a enemistar con ella, su hijo, que vivía en California y su prima Carmen; así, era y así es Petra. En los cuatro años de noviazgo, fui conociendo a Petra: era una buena hija, pues trataba muy bien a sus padres, y buena hermana, pues cuando se quedó al cargo de la casa, se ocupó de que trabajasen, y les buscó trabajo. Visitaba a los familiares y paisanos que con cualquier motivo estaban en los hospitales. Por esas fechas, antes de casarnos, vino a Madrid a trabajar, un primo, Juan José, pero no dió la prueba y acudió a otra prueba y tampoco le contrataron, el cansado de intentarlo, dijo a su prima, que se volvía al pueblo, y ella le dijo que nones, que ya se arreglarían, qué, vas a volver al pueblo ¿para que se rían de ti? Y aguantó, se hizo comercial de una casa de papelería y trabajando duro, se hizo un hueco en la sociedad y hoy vive feliz y desahogadamente agradeciendo a su prima que le quitara la idea de volver al pueblo. Cuando muere la tía Lute, en su casa se quedó a vivir Sensi, que vivía con ella, desde que se jubiló, pero como era menor de edad, fueron a vivir con ella, Milagros y mi hermano José, que se habían casado en enero. Sensi estuvo viviendo con ellos muy poco tiempo; un día se presentó en nuestra casa, y nos dijo que no quería vivir con ellos, que se quedaba a vivir con nosotros; después de contar con nuestros hermanos, a partir de ese momento, Petra, se hizo cargo de ella con todas las consecuencias, y así fue hasta que se casó, que la casamos como una hija y como una hija nos trata, actualmente.
En nuestra casa casi siempre había alguien de mi familia o de la de Petra que venían a Madrid a los hospitales, pues yo tenía seis hermanos y Petra tres, pero no, a casa de Petra, que ella les acogía con alegría, que yo aprobaba. Así era y es ella. Cuando nos casamos, dejó de trabajar en la Paloma; pero ella nunca estuvo inactiva; del matrimonio, nacieron dos hijas, que ella les atendió como buena madre que era, cuando eran pequeñas les hacía ella las ropas interiores, los vestidos, hasta que fueron mayores. Después se colocó a coser en casa de una enfermera, amiga, también estuvo colocada de costurera en el Colegio Salesiano, donde iban las niñas, haciendo hábitos para las monjas, cortinas para la Capilla etc. Tampoco estuvo asegurada, hasta un día, que la directora le dijo que la iban a asegurar, pero para la limpieza, a lo que mi hija Marisa y yo nos opusimos.
Por esas fechas aprovechó para aprender a nadar pues decía que estaba cansada de vernos desde la orilla y ella no podía meterse. También hizo el curso de Estudios Primarios, y sacó el Título de Graduado Escolar que lo sacó con una buena nota. Ella nunca ha estado parada, hizo pendientes, ensartó collares, vendió oro de la casa Oro Lay, cosió para una casa de Paris, acompañada de una amiga ropa para bebés, y acompañada de esa amiga hicieron el vestido de novia de nuestra hija Carmen. Y muchas más cosas más. Pero no siempre fueron cosas buenas, también hubo malos momentos: por los años sesenta le diagnosticaron la diabetes que aún la padece, aunque la tiene muy controlada, pues si no hubiera sido así, ya hubiera fallecido; es portadora en estos momentos, del cuarto marcapasos, tiene deformada la columna vertebral, tiene dos vértebras aplastadas por varias caídas, está resistiendo al Covid, y lo más importante: que estamos juntos todavía hasta que Dios quiera.